Hay coches que engañan. Los hay que van de un palo y en realidad van de otro; los hay que te embelesan con mucho artificio de diseño y, a la hora de la verdad, son deportivos ‘de salón’. El Arteon de Volkswagen, en cambio, plasma sobre el asfalto todo lo que promete su línea exterior: una dinámica de conducción sensacional y un confort de marcha intachable en carretera.
Así es en la versión R-Line con el motor 2.0 TSI de 280 CV y tracción 4Motion, el vértice de la pirámide de variantes del Arteon. Aunque se nos había puesto a tiro en varias ocasiones, esta vez por fin se alinearon los astros y pudimos subirnos a este Volkswagen ‘de autor’. Porque frente al resto de la gama de la marca que, en su mayoría, encaja dentro de unos patrones generalistas, el Arteon, como el Scirocco, busca una conexión más emocional con el conductor. Y lo hace conquistando buena parte de sus sentidos.
Es difícil no caer rendido ante su diseño. Quizá porque, posiblemente, es el Volkswagen más bonito de cuantos se han fabricado en décadas y aunque hay puntos en común con el Passat CC, su frontal confirma lo que ya sospechábamos: que, si en Wolfsburg se atrevieran a romper la uniformidad de su gama más a menudo, ésta ganaría en atractivo. La integración de las ópticas en la calandra, las líneas híper marcadas en capó, laterales y zaga y la suave caída del techo hacia el portón son sólo parte de su encanto. Si le añadimos el punto provocador de la versión R-Line (tomas de aire delanteras con un marco embellecedor negro brillante en forma de C) y sus arrebatadoras llantas de 20’’ con neumáticos de perfil muy bajo, el resultado es un coche que poco tiene que envidiar a otros GT de más rancio abolengo.
No arriesga el interior, cuya singularidad estriba principalmente en su gran anchura, sensación que queda reforzada mediante el acabado de los embellecedores integrados en los difusores de aire. El cuadro de instrumentos virtual, el head-up display y la enorme pantalla táctil de 9,2’’ crean un entorno digital fácilmente adaptable y extremadamente útil a la hora de concentrar y ordenar el maremágnum de datos e información que aportan al conductor multitud de dispositivos y asistentes como el detector de señales de tráfico, el control de crucero adaptativo, el de mantenimiento de carril o el propio navegador.
Desde nuestro punto de vista, el control gestual de esa pantalla de 9,2’’ queda en mera anécdota, ya que son pocas las situaciones en los que esa funcionalidad aporta ventajas en términos de ergonomía y control. En cambio, sin recurrir a Beats Audio (como otros modelos del grupo) el equipo de sonido es sobresaliente.
Modos de conducción
A propósito del puesto de conducción, y volviendo a esa capacidad del Arteon de tocar la fibra sensible de quien está al volante, el pulsador de la consola que permite escoger en la pantalla qué modo de conducción queremos activar, no está de adorno. Darle al botón del modo ‘Sport’ es cruzar el umbral hacia una deportividad que se ve y se escucha. El motor 2.0 TSI cambia su tímido rumor por un sonido más rotundo que inunda el habitáculo cuando se pisa con ganas el acelerador.
Con este modo en curso, la aguja del cuentarrevoluciones digital juega más cerca de la línea roja al emplear en todo momento el cambio DSG de siete velocidades marchas más cortas para responder con presteza a cualquier demanda de potencia del conductor. La transformación alcanza también al tacto de la dirección y a la dureza de las suspensiones, dos factores que repercuten de inmediato en unas sensaciones de conducción más puras y con menos filtros.
El Arteon no sólo parece un coche ancho; lo es. La amplitud de vías (1.587 mm delante y 1.577 mm detrás), la larga batalla (2,841 mm) y sus poderosas ruedas proporcionan, en suma, herramientas que se traducen en una estabilidad y una forma de pisar la carretera muy superior al Passat. De nuevo, sensaciones muy puras y esa calidad de rodadura que promete el exterior del Gran Turismo de Volkswagen y en el que también tiene algo que decir la tracción total 4Motion.
Distinto
Por supuesto que el motor 2.0 TSI de 280 CV en comunión con el cambio DSG de siete velocidades es un colaborador fundamental y necesario a la hora de obtener unas sensaciones tan satisfactorias a los mandos del Arteon. Con los modos ‘Comfort’, ‘Eco’ y ‘Normal’ prevalece un carácter muy moderado que puede hacerse excesivo a la hora de encarar cuestas pronunciadas, pero esto es así porque repercute de inmediato en los datos de consumo medio que, según cifras oficiales, es de 7,3 l/100 km. En cualquier caso, el cambio DSG siempre está vigilante y, basta con un buen pisotón (sobre todo si se llega a activar el botón ‘kick down’ del acelerador) para que el Arteon salga como un verdadero resorte.
Como conclusión, el Arteon 2.0 TSI R-Line es un coche sorprendente por lo emocionante que puede llegar a ser su conducción. Por aspecto, prestaciones y tacto, debería posicionarse como alternativa a otros GT de más precio, aunque en este territorio siempre hay que tener en cuenta que la capacidad de representación también cuenta y es ahí donde Volkswagen (como cualquier fabricante generalista) juega con desventaja. Quizá, precisamente por ello, para que el logotipo del frontal sea algo secundario, el Arteon es un coche tan completo y tan distinto en su línea a lo que es norma en el catálogo de la marca alemana.
