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Prueba

Honda CRZ: híbrido y muy divertido

  • Con 124 CV, sólo consume 5 litros a los 100 y emite 117 gramos de CO2
  • Su imagen se inspira en un clásico de Honda, el CRX de los ochenta
  • Su sistema de propulsión ofrece tres modos de conducción

La tecnología híbrida sigue empapando todos los estratos del mercado. La apuesta visionaria y arriesgada por el uso en paralelo de un motor térmico y uno eléctrico fue el principio y, a partir de ahí, su viabilidad, eficacia y éxito en ventas han hecho que sistemas de este tipo impulsen a vehículos cada vez más heterogéneos. Quizá el caso más paradigmático sea el de los grandes todocamino de lujo, que unos niveles de emisiones totalmente desatados han tenido que recurrir a la tecnología híbrida para poder subsistir o, por lo menos, para poder cumplir las normativas sobre emanaciones, cada vez más restrictivas.

¿El siguiente paso? Ya es un hecho y consiste en la paulatina aplicación de estos sistemas en modelos compactos, vehículos urbanos e incluso deportivos en lo que para muchos es la popularización definitiva de la tecnología híbrida. Honda ha dado este último paso con el nuevo CR-Z, un atrevido coupé 2+2 que además de tocar la fibra sensible de los ecoconductores, también llega a lo más profundo del corazón de los ‘hondistas’ de pro al ser un abierto homenaje al mítico CRX.

Aunque luego nos detendremos más y mejor en su diseño, quizá hay que bucear un poco más en la filosofía que inspira al nuevo Honda CR-Z. Como buen coche japonés, la metafísica de cada lanzamiento cuenta, y mucho. Honda es una marca que tiene a mucha honra su enorme poderío técnico, una capacidad que le ha permitido estar en el grupo de los pioneros en esto de lo híbrido. Capacidad técnica y deportividad. Son sus dos genes predominantes y el nuevo CR-Z pasa lista a esas dos virtudes.

Punto de inflexión

Por otro lado, este coupé pretende ser un punto de inflexión en la consideración de lo que el gran público entiende por un híbrido. Antiguamente, el imaginario colectivo pensaba en un coche con propulsión mixta y se imaginaba un engendro más parecido a un prototipo de salón que a un coche como el que guardamos en nuestro garaje. El Toyota Prius o el Honda Civic IMA normalizaron el concepto, pero siempre dentro de un esquema familiar y funcional.

El CR-Z reniega precisamente de esos dos apelativos. Aunque en Europa se ha homologado como un 2+2, en realidad es un biplaza en toda regla, ya que con los dos asientos delanteros ocupados por personas de talla media, la banqueta trasera es inutilizable salvo para dejar un par de mochilas. En su descarga hay que decir que el CRX pecaba de lo mismo en los lejanos años ochenta… Respecto a la familia, el CR-Z no es el tipo de coche en el que poner el retrato de nuestros hijos con el clásico “papá no corras”. Es un coche para sentirlo y disfrutarlo y, a poder ser, solo. Sinceridad ante todo… Como mucho, con un cómplice a nuestra derecha, capaz de disfrutar de copiloto casi tanto como el que tiene el volante.

Resultón, bien terminado, con ese inconfundible toque del deportivo japonés de pura cepa, el CR-Z no es un juguete para papá, es un coche para jóvenes o mayores que entienden la conducción como una experiencia activa y hedonista, que valoran el componente tecnológico y, además, con una cierta conciencia ecológica. Partiendo de todos estos apriorismos, el precio al que se comercializa en Canarias el nuevo CR-Z (desde 23.700 euros) es un precio justo para sus posibles propietarios.

Mejorando el Civic

El CR-Z rezuma tecnología por todos los poros. Desde los faros rasgados con la banda de ocho diodos con función de iluminación diurna, el propio sistema híbrido paralelo IMA de Honda, o el puesto de conducción. Si el Civic ya nos había dejado boquiabiertos con esa orgía de tonalidades, testigos, mandos y planos superpuestos que era su puesto de conducción, el CR-Z va un poco más allá. El cuadro es sencillamente espectacular. De la forma más gráfica posible nos informa del régimen de vueltas del motor de gasolina, velocidad, nivel de carga de la batería, modo de conducción, nivel de combustible o consumo medio. Y todo ello empleando una grafía muy similar al del Honda Civic, pero con una peculiaridad. Si el Civic Type R adquiría un tono rojo en la iluminación, aquí varía en función de si hemos activado el modo Sport (rojo), Eco (verde) o Normal (azul) en el 3-Mode Drive System que está a la izquierda del volante.

Respecto al Civic, el CR-Z es capaz de reducir el número de mandos y concentrarlos al máximo posible alrededor del volante. Un detalle que mejora la ergonomía a la larga, aunque nada más sentarnos necesitemos gastar un par de minutos pasando lista a todos los controles. La posición de la palanca de cambios, igual de cómoda pero mejor terminada que en el Civic, también ayuda a sentirse genial a los mandos del CR-Z. Sobre todo si se asume que las dos plazas traseras están de adorno y se echan los asientos hacia atrás.

Efectismo

Si el diseño interior es efectista al ciento por ciento, el exterior va en la misma línea, pero siempre dentro de unos cánones de pleitesía a aquel Honda CRX y, casi en la misma medida, una eficacia aerodinámica vital en un coche que quiere ser una referencia en consumos y emisiones. Así, detalles como el parabrisas y el techo exageradamente tendidos o la luna trasera partida en dos secciones son herencias de aquel deportivo de los ochenta, pero también han sido aprobados tras horas y horas de trabajo en el túnel de viento. Ya al margen del flujo del aire por su silueta, hay detalles exquisitos como el pilar C desmesurado o la doble línea de carácter que recorre todo el largo del coche.

El frontal prende la mecha de lo que, dicen, puede ser una nueva marca de estilo de Honda, los faros rasgados. Los LED también le dan su punto a un CR-Z que si por algo se identifica es por su enorme parrilla o por su baja línea de capó.

Más que divertido, excitante

Para disfrutar al máximo del CR-Z, es conveniente haberse puesto al día de todo lo que ofrece, sobre todo a nivel electrónica. Una de las herramientas más placenteras que tiene este coupé es lo que Honda ha denominado 3-Mode Drive System, tres modos de conducción que alteran parámetros de la dirección, la respuesta del acelerador e incluso del sistema híbrido.

En posición normal se busca un compromiso entre prestaciones y economía de consumo. Tanto es así, que en este modo, el Honda CR-Z consume tan sólo cinco litros a los 100 km y emite tan sólo 117 gramos por kilómetro. Por ello, está exento del pago del impuesto de matriculación en cualquiera de las tres versiones en que se comercializa.

En la segunda posición, la Eco, el bioritmo del CR-Z se ralentiza, primando la economía de consumo. Reacciones suaves y aprovechamiento al máximo de las bondades ya no sólo del motor 1.5 VTEC de gasolina, también del propulsor eléctrico que aquí trabaja más como apoyo del térmico para reducir el gasto de combustible. La unidad de control del motor (ECU) y hasta el sistema de climatización se pliegan a este modo ahorro. Cabe recordar que el Integrated Motor Assist (IMA) de Honda no funciona como otros sistemas híbridos y aunque sí se sirve de la combinación de un motor térmico y uno eléctrico, en ningún momento éste último funciona solo. En realidad su función es el de aportar un plus de potencia y par, además de arrancar el de gasolina. Todo sucede sin ingerencia alguna del conductor, salvo en lo que respecta a esos tres modos de conducción seleccionables desde un panel que está a la izquierda del volante.

 Hecha esta aclaración nos vamos justo al otro extremo, la posición Sport saca el Type R que el CR-Z lleva dentro. El cuadro pierde los tonos fríos y adquiere uno rojo que es sólo un aviso de lo que viene. El motor térmico toma un protagonismo mucho mayor tanto a efectos puramente prestacionales como en un detalle más nimio como el sonido. El propulsor eléctrico actúa en este caso proporcionando una mayor dosis de par (hasta 145 Nm) desde muy bajas revoluciones (1.000 rpm) para ofrecer al conductor una sensación de poderío muchísimo mayor. La dirección también se asienta un poco más y como la amortiguación del CR-Z copia a la perfección la carretera, se puede disfrutar lo que no está escrito.

El tacto general del coche recuerda a ese punto excitante y noble del Civic Type R con la peculiaridad de que, proporcionalmente, el CR-Z es más ancho y pisa algo mejor que el compacto deportivo de Honda. Decir que “pisa mejor” que uno de los modelos con el mejor comportamiento dinámico de toda su categoría, es el mejor halago que se le puede decir a este coupé híbrido que, además, puede presumir de otra cosa, de ser el primero que monta una caja manual de seis velocidades y no automáticas como otros vehículos de propulsión mixta. Es una de las grandes conquistas del CR-Z, pero por encima de cualquier otra, sentir la sensación de un deportivo, el empuje de un motor superior al que lo mueve y, todo, con un consumo de cinco litros y, muy importante, con unas emisiones ridículas.

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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