En otra de las entrevistas previas que el departamento de prensa del 39 Rally Isla de Tenerife ha venido publicando estos días, era evidente que José Mari Ponce es, por carisma, palmarés, espectacularidad y calidad humana uno de los nombres propios de esta carrera. No duden que la ovación que se escuchará a su paso no tendrá nada que envidiar a la que provoquen los Sordo, Fuster, Lemes, Cruz o Capdevila.
Hay varias constantes que definen la carrera deportiva de este aruquense de 58 años. La primera, la pasión por competir, algo que camino de los ‘cincuenta y diez’ sigue completamente vivo; la segunda, un estilo de conducción de los de antes; la tercera, su cercanía con una marca, BMW, y un coche, el M3, al volante del cual está ya unido en la memoria colectiva de todos; y cuarto, su conexión con el aficionado, cuyo calor, afirma, “no he dejado de sentir nunca”.
“En La Palma viví uno de los momentos más emocionantes de mi vida”, recuerda José Mari. “Volví allí después de nueve años y fue como si el tiempo no hubiera pasado. En las asistencias venían los aficionados y seguidores míos de siempre a abrazarme y a darme las gracias. Me contaban que ya no iban a las carreras, pero que en ese rally merecía la pena”. Y cualquiera que vaya a las pruebas en las que Ponce se inscribe sabe que lo de la Isla Bonita no fue algo aislado. Ya puede ir tercero o décimo que es quien más apura el tiempo en la asistencia fotografiándose con fans o dedicándoles un rato. “No sé cómo me pueden querer tanto después de tantos años. Lo pienso y me digo que deben estar hartos de mí, de verme. Pero parece que no. Me perdonan muchas cosas y les da igual en la posición en que termine. Ellos sólo quieren verme competir”, afirma el grancanario.
Sin duda su innata carisma que le ha llevado, junto a sus convicciones, a labrarse una carrera política ha ayudado a tener ese cariño incondicional del público, pero también su manera de conducir, su carácter competitivo y ganador y su condición de piloto de rallies con pedigrí. Tanto, que en su momento tuvo que aparcar sus estudios universitarios para centrarse en el que era su destino. “Tuve que dejar mis estudios en medicina para dedicarme de pleno al automovilismo. Nací marcado para ser un piloto profesional, y lo conseguí. No sin la ayuda siempre de mi mujer Maribel a la que conocí cuando teníamos 13 años y desde entonces no nos hemos separado. Fue mi primer copiloto, aunque después del duro accidente que sufrimos ambos en carrera en el tramo de La Esperanza en Tenerife hace ya muchos años, decidimos por nuestro hijo que uno de los dos debía quedarse en casa”, afirma.
Integrante de una saga de pilotos y amante de un deporte que se lo ha dado todo, Ponce ha querido por todos los medios que su hijo no siguiera su misma estela. “Le infundí el amor a la vela. Ambos nos proclamamos Campeones de España en el mismo año (1991), aunque en disciplinas distintas, yo en rallies y él en vela. Conquistamos la tierra y el mar, sólo nos faltó el aire… Siento orgullo por él y por sus títulos, ya que también ha sido campeón de Europa y del mundo”. Eso en su faceta de padre, porque en la de abuelo le atrae la idea de ver a una de sus nietas retomando esa tradición familiar...
Precisamente uno de los recuerdos que guarda como un tesoro fue su llegada a las islas después de proclamarse Campeón de España. “Fue un momento impresionante, no sólo por el título que conseguía y por ser el primer canario en hacerlo además con un equipo totalmente privado y no oficial, sino porque cuando llegué y vi aquella marea amarilla de canarios exaltados jaleando mi nombre y cantando el ‘pío pío’… Aún lo recuerdo y me emociono. Ver sus caras de emoción ha sido el mejor momento de mi carrera deportiva y uno de los mejores en mi vida”, afirma.
Sobre su carácter competitivo que lleva, igual que su hermano Toñi, en los genes, confiesa que aún hoy, camino de cuarenta años corriendo, lo lleva “muy mal”. “Me fastidia que me ganen”, asegura entre carcajadas. “Y eso que soy consciente del coche que tengo y que hay vehículos que están por encima del mío. Y aunque sonría, por dentro pienso que tenía que ganar”, continúa. Precisamente ese espíritu es el que le hace mantener la esperanza de dar algún zarpazo en este Rally Isla de Tenerife que se celebrará el sábado.
Buena parte de sus opciones de hacer un buen papel pasan, según sus cálculos, porque aparezca la lluvia, condición en la que cree que podría estar incluso a la altura del WRC de Fernando Capdevila. “Ya pasó en el Rally Islas Canarias y verme a sólo un minuto y medio de Miguel Fuster es un orgullo. Ahora bien, competir contra Yeray Lemes son palabras mayores. Es sin duda el piloto del momento. Le deseo toda la suerte del mundo y la ayuda porque podemos tener a un campeón mundial. Es una pena porque Canarias siempre ha tenido grandes pilotos que se han ido quedando por el camino a consecuencia de la insularidad que pagamos y la falta de ayuda. Creo que podemos hacerlo bien y garantizarle el espectáculo a los chicharreros”.
Ponce ha sido el vencedor absoluto de esta prueba, el Rallye Isla de Tenerife, al menos en cinco ediciones y de ahí la entrega que se le hizo hace ya algunos años del Cañón Tigre, distinción que se le otorga a aquellos pilotos que ganan esta prueba en cinco ocasiones alternas o tres consecutivas. Como el mismo reconoce “cada vez es más el esfuerzo físico que debo hacer dentro del coche, y aunque me siento preparado porque me cuido y practico pádel, sé que mi retirada tiene que llegar algún día. Aunque después de 40 años ininterrumpidos que cumpliré el próximo año, no le quiero poner fecha de caducidad. Quizá coincidiendo con el aniversario, o cuando cumpla los 60… Intento no pensarlo”, admite.
Foto: Rafa Sosa.
