COCHES
Prueba

El Golf se rearma de argumentos

  • En diseño el Golf no puede romper una tradición de décadas
  • Todos los cambios en el interior han sido muy certeros

Días después de su rentrée en el mercado canario ha caído en nuestras manos el nuevo Golf ‘siete’, uno de esos modelos del que tarde o temprano algún familiar o amigo –no necesariamente ambas cosas a la vez– te acaba pidiendo referencias. Para Volkswagen es un símbolo y una fuente inagotable de matriculaciones; para aquéllos que alguna vez han guardado uno en su garaje es algo más que un simple coche.

El Golf tiene ese ‘algo’ que hace que a pesar de ser una máquina hecha de metal, plástico y vidrio sea capaz de llegar a nuestra fibra sensible. Será porque lleva entre nosotros desde 1974, de manera que todos los treintañeros y hasta los que se acercan peligrosamente a los cuarenta han convivido de alguna manera con él. Con unos 30 millones de unidades vendidas en estos 38 años es raro quien no tiene un amigo/a, exnovio/a, familiar o conocido que haya tenido uno. En definitiva, es difícil que alguien no guarde algún recuerdo asociado a un Volkswagen Golf y eso lo saben en la marca de Wolfsburgo.

Hacemos esta introducción porque aunque en el primer encontronazo que tuvimos con el Golf VII el día de su presentación nos pareció que habían pecado de exceso de conservadurismo, tras este primer ‘bis a bis’ más íntimo creemos entender las razones. Por mucho que lo pida un mercado en permanente cambio, el Golf no puede romper una tradición de décadas y décadas. No lo aconseja su curva de ventas y tampoco lo entenderían los más puristas.

Hecha esta aclaración, el diseño queda en un tercer plano. Insistimos –como lo hicimos ya en el reportaje de su presentación– en que en realidad es mucho más diferente del modelo al que reemplaza si ponemos un poco de atención en los detalles. En vivo resulta más elegante y más moderno de lo que se puede percibir viéndolo en fotos y en general esa redefinición de las proporciones a la que ha obligado la nueva Plataforma Modular Transversal (o sus siglas en inglés MQB) hace del Golf un coche con más planta. Con más presencia.

Revolución interior

El exterior puede que no haga honor a todo lo nuevo que es el Golf VII, pero en el interior sí han sido certeros todos los cambios. Notable alto para un habitáculo que sí es capaz de transmitir la pertenencia a una nueva generación en la que las terminaciones, los materiales empleados y la tecnología cuentan y mucho.

Práctico y visualmente impecable, el volante deportivo con base achatada es un fijo del equipamiento de serie que los amantes de los coches ‘R’ van a recibir con entusiasmo. Del nuevo cuadro lo mejor es el display digital infinitamente más llamativo, moderno y fácilmente interpretable que el que hasta ahora habíamos visto en todo Volkswagen. En realidad el hecho de romper la monotonía de botones, mandos, difusores de aire e incluso interfaces gráficos de los sistemas de infoentretenimiento es como abrir las puertas de los coches de la marca alemana para que un soplo de aire nuevo deje atrás ese cierto olor a cerrado. Sobresaliente también a la fácil y rápida conexión de dispositivos externos vía Bluetooth.

Aunque de serie el Golf VII monta una pantalla táctil que, según versiones, puede ser mayor e incluir funcionalidades extra, se mantiene más o menos el número de botones, aunque ahora reagrupados con estilo alrededor de ésta. La palanca de cambios está ligeramente sobreelevada para mejorar la posición de conducción.

Otro punto reseñable del interior es la ergonomía. En Volkswagen nos explicaron que la nueva plataforma MQB ha permitido separar 1,6 cm los pedales de acelerador y freno. No es una revolución pero redunda en una sensación de mayor holgura, igual que los tres centímetros extra de anchura que se dispone a la altura de los hombros para los ocupantes de las plazas delanteras. Los de las traseras ganan también espacio para hombros (3 cm), codos (2 cm) y piernas (1,5 cm). Muchos poquitos que ­–la verdad– sólo son perceptibles bajándonos de un Golf VI y subiéndonos inmediatamente a un Golf VII pero que al final dan como resultado una cabina confortable y sin apreturas. Lo que sí se aprecia de una forma clara es la rebaja de la base de carga del maletero y esos 30 litros de capacidad extra.

Silencio, se rueda

Pero mucho más importante que todo lo dicho hasta ahora es que la nueva plataforma abre la puerta a nuevos encantos. La rebaja de la altura de la carrocería ha mejorado la aerodinámica (10 por ciento) y el menor peso (100 kg de media) ha permitido destinar más medios al aislamiento acústico. Esto da como resultado el Golf más silencioso al que nos hayamos subido jamás.

Además, la ampliación de la batalla en 59 mm hasta los 2,63 metros produce una espiral de virtudes que además de mejorar la habitabilidad aposenta mejor el coche sobre la carretera. De nuevo gota a gota se va mejorando la fórmula de un Golf que en su rendimiento dinámico tiene un socio extraordinario en la figura del diferencial electrónico de deslizamiento XDS que hasta ahora era exclusivo del catálogo de extras o como equipamiento de la versión GTI –de hecho fue el que lo estrenó– y que ahora es de serie en toda la gama. La principal ventaja que aporta desde nuestro punto de vista es que hace mucho más ágil el tren delantero, algo en lo que colabora también la nueva dirección  asistida progresiva que en modo ‘Sport’ gana en precisión.

La unidad que probamos llevaba el motor 1.4 TSI de 140 CV con Gestión Activa de Cilindros (ACT) –el primer ‘tetra’ que incorpora esta tecnología– que desconecta un par de cilindros para reducir consumos en condiciones de baja exigencia sobre el acelerador. Para apreciar la grandeza de esta mecánica hay que echar mano a otras de las novedades del Golf de 2013, el selector de perfiles de conducción. ‘Trasteando’ con los modos ‘normal’, ‘sport’ y ‘eco’ se puede apreciar la gran variedad de personalidades que puede exteriorizar este motor capaz de ser explosivo si se le exige previo pisotón del acelerador y suave y progresivo en una conducción relajada.

Si a todo esto le unimos el cambio automático de doble embrague DSG de siete velocidades y los extras de asistentes como el Control de Velocidad de Crucero Adaptativo (ACC) con función ‘Stop&Go’ o los de cambio de carril ‘Side Assist’, el asistente de mantenimiento de carril ‘Lane Assist’ es difícil establecer una diferencia bien clara entre este nuevo Volkswagen Golf y todo un Audi A3.

Es el gran logro de Volkswagen. Haber sido capaz de mantener intactos los cimientos de un coche ya eterno pero mejorando aspectos clave que pueden determinar la elección de compra de un compacto. Si el simple hecho de “ser un Golf” ya era una garantía, ahora los que buscan equipamiento, un acabado diez, practicidad y motores altamente eficientes por encima de marcas y modelos tendrán que tenerlo en cuenta sí o sí.

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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