COCHES
Prueba

Contra viento y marea

  • 12 segundos son suficientes para pasar de coupé a cabrio.

Poco a poco, toda una variedad de nuevos modelos que superan su prueba de fuego en los distintos escaparates del automóvil van convergiendo en nuestro archipiélago con más o menos protagonismo en función de la incidencia que tengan en nuestro mercado. El Renault Wind ha sido uno de ellos y lejos de pasar desapercibido, su singular concepción lo ha convertido en una auténtica curiosidad.

En nuestro caso no es que hayamos estado muy astutos al escoger una jornada de pruebas en la que se ha recogido la mayor concentración de agua de lluvia por metro cuadrado de todo el año. Y que en nuestro empeño por sacarla adelante nos hayamos visto literalmente engullidos por la niebla más densa que recuerde. Ninguno de estos caprichos de la naturaleza iba a impedir disfrutar en toda su extensión de este pequeño coupé-cabrio o coupé-roadster como lo han definido los propios responsables de la marca.

Por su particular configuración, el Renault Wind no es un modelo de volumen, sin embargo, cuenta con una serie de rasgos y características que comulgan a la perfección con lo que conceptualmente persigue cualquier joven conductor. Nos referimos a un coche que busca la distinción a través de su imagen, de sus prestaciones, de su comportamiento, en definitiva, un vehículo que enamora a través de los sentidos. El Renault Wind concentra en 3,83 metros de longitud ciertas dosis de una incipiente filosofía de vida donde todo gira en torno al individuo y que Renault canaliza a través de este biplaza descapotable como un ejercicio también personal de su capacidad de amoldarse a nuevos requerimientos.

El Wind es un vehículo diferente, distinto en concepción como hemos explicado y al margen de cualquier otra propuesta de las que actualmente la marca francesa hace gala. Su herencia radica en un chasis derivado de la antigua plataforma del Clio y que actualmente sustenta al nuevo Twingo. Un vínculo que se acrecienta con la incorporación de algunos retales provenientes de los almacenes de Renault Sport Technologies y que enfatizan en aspectos fundamentales como es su aspecto interior y comportamiento. Sin elementos distorsionadores, sin grandes pretensiones en cuanto a sofisticados equipamientos, el Wind se define por un estilo propio que se descubre al primer golpe de vista. Un talento que concentra toda su rareza una vez superado el frontal, revelando una de sus principales habilidades, su capacidad para mutar de coupé a cabrio en tan solo 12 segundos.

Y es precisamente en su nuevo techo escamoteable donde radica una de sus principales innovaciones. El espacio en un vehículo de sus dimensiones no es una cuestión de primera necesidad, sin embargo, nunca se echa de menos. Una de las virtudes que ofrece este descapotable es su capacidad para mantener el volumen de carga en el maletero (270 litros) independientemente de que el techo esté abierto o cerrado. Muy pocos descapotables con techo duro son capaces de tal hazaña, por lo menos ninguno que conozcamos. Eso sí toda la operación se debe realizar con el vehículo parado.  Esta facultad es fruto de la experimentación más sencilla. La estructura del techo se desplaza de una sola pieza sobre un eje que hace de bisagra, fundiéndose con la tapa del maletero debajo de esta.

En cualquiera de sus configuraciones la sensación que se mantiene constante es de total deportividad. Mi compañero lo define refiriéndose a su comportamiento como un kart y no le falta razón. Una vez en el interior todo se percibe desde el prisma de la más arraigada experiencia deportiva como uno de los principales signos de identidad de la marca. Asientos tipo bacquet, volante en cuero, pisantes perforados, la corta palanca de cambios y la estrechez propia de un cockpit se une a una baja altura de conducción para sustraernos de lo cotidiano y evadirnos en un sendero más cercano al mundo de las emociones. Todos estos detalles se conjugan con la sencillez propia de un vehículo que no necesita de especiales aditamentos para enamorar siendo fiel a sí mismo.

Porque aunque suave y silencioso en condiciones normales sólo es necesario aplicar algo más de presión en el acelerador para descubrir su verdadero ADN.  Un concentrado de vigorizante proveniente del motor TCe 100 que desarrolla una potencia de 100 CV. En realidad la sensación es la de tener entre manos un motor de mayor cilindrada. Equipado con un turbo de baja inercia la capacidad de respuesta aumenta desde muy bajas revoluciones con un par máximo disponible en una amplia banda de revoluciones. El turbo incluye además la función overpower que aumenta por momentos la potencia y el par cuando el motor rueda por encima de las 4.500 rpm. El círculo se cierra con una caja de cambios manual de relación corta de 5 velocidades. Contrariamente a lo que se podría pensar y a pesar de ofrecer tales prestaciones su eficacia le permite mantener una cifra media de consumo ligeramente superior a los 6 litros. Con ello, cualquier desplazamiento por carretera se anima sin remedio haciendo gala de una estabilidad y comportamiento que sorprende, que divierte sin tener que llegar a ningún extremo. Y es que lo primero es la seguridad y el Wind cuida también de forma excepcional de sus pasajeros. La carrocería se ha reforzado con tubos de acero, una característica que llama la atención al observar lo que podría ser las terminaciones de una jaula de seguridad en el maletero. Por su condición de cabrio un arco permite proteger a los ocupantes en caso de vuelco. Control electrónico de estabilidad con función de subviraje, ABS, entre otros elementos, serán los encargados de la seguridad de un vehículo que ya se ha convertido en centro de todas las miradas de cualquier visitante que se acerque a un concesionario Renault.

Autor
Agustín Déniz
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