En un catálogo del volumen del de Volkswagen cabe todo. Desde coches con un enfoque urbano como el Up!, al amplio, suntuoso y mucho más familiar Touareg, pasando por la gran cantidad de grises que hay entre uno y otro extremo. Pero además, si hacemos un análisis casi transversal de su gama podemos detectar una serie de vehículos que se salen ligeramente del redil de lo que es norma en su segmento tomando un camino más hedonista.
Están por este bando coches más ‘de autor’ como el Eos, el Beetle, el CC y también el coche que hemos probado esta semana en MotorEnLinea.es. Sí, el Scirocco puede estar más cercano a la subgama GT (I, D y ahora también E) del Golf por esa deportividad que lo diferencia de esta selección, pero si se fijan dentro de su categoría es un coche que sacrifica aspectos como la funcionalidad en pos de otros como la singularidad, el estilo y una forma de rodar casi igual de personal. Y todo eso, sinceramente, nos encanta.
Ya hemos venido contando a medida que Volkswagen ha ido actualizando cada uno de sus modelos de la gama compacta que las innovaciones en diseño han sido en realidad pequeños retoques. En el caso del Scirocco también han trabajado con una precisión casi quirúrgica, subiendo un trazo allí, bajando otro allá pero siempre realzando esa deportividad intrínseca a este modelo.
Básicamente el nuevo Scirocco es el mismo con el que esta denominación volvió a escena en el otoño de 2008. A diferencia de aquel éste restyling de la tercera generación da una impresión de mayor anchura al decorar mayor superficie del paragolpes delantero en el color de la carrocería. Todo el área inferior, las entradas de aire con rejilla en panal de abeja, la antena de techo y las ópticas son de nueva factura.
Volviendo a esos puntos en común de toda la familia compacta, esa marcha más que Volkswagen ha metido en sus interiores la ha aprovechado al máximo el Scirocco. Frente al habitáculo anodino de la versión de 2008 este nos acoge con un ambiente mucho más técnico y de una deportividad más madura. No se puede negar que hay una estrecha conexión con el Golf, pero por las propias medidas de este modelo todo queda más concentrado alrededor del piloto.
El volante con la base ligeramente achatada, revestido en fino cuero con pespuntes en blanco y los mandos sobre una pieza de metal pulido le sienta de perlas y, ahora sí –no nos cansamos de repetirlo–, el cuadro de instrumentos está en consonancia con lo que es Volkswagen. En realidad, si prestamos mucha atención, los cambios son mínimos también aquí, pero detalles como los paneles de las puertas relucen más en este interior.
Todo cumple su cometido
Ese halo deportivo toma forma en los tres instrumentos adicionales que coronan la consola central, en el salpicadero. Son tres: un indicador de la presión del turbo, el de temperatura del aceite y un cronómetro, y están en pleno campo de visión del conductor. También forma parte del equipamiento de serie los asientos deportivos no todo lo vistosos que exige el guión en su variante de acceso, pero muy confortables y eficaces a la hora de sujetar el cuerpo en curva.
En términos generales todos los elementos vitales del puesto de conducción cumplen con su cometido y son especialmente efectivos en condiciones de conducción deportiva. El volante es muy cómodo por la anchura de su aro, por lo bien acomodadas que van las manos y por el propio tacto que transmite la dirección. Ésta se vuelve mucho más ruda cuando se acerca el límite de ángulo de giro, ayudando así a ser muy preciso en las trazadas.
La proverbial suavidad de accionamiento de las cajas de cambio de la marca de Wolfsburgo también ayuda a crear esta impresión tan satisfactoria, en buena medida porque el escalonamiento de los cambios es el idóneo para lograr mucho brío en relaciones cortas y equilibrio entre buen par y un consumo contenido en otras más largas.
Un motor que parece hecho a medida
Aunque existe la tentación de desmelenarse con el motor de la versión R con sus 280 CV, después de probar el 2.0 TSI de 180 nos parece un propulsor fantástico para el Scirocco. Potencia súper aprovechable y un par motor (280 Nm) en un rango de uso amplísimo (desde las 1.250 hasta las 4.400 rpm) que lanzados se traduce en unas recuperaciones fabulosas. El retardo (lag) del turbo es prácticamente inapreciable y todo ello lo hace en suma un motor altamente divertido. No llegamos a los seis litros cada 100 km que anuncia la marca de consumo medio, pero en conducción deportiva sobrepasamos por poco los nueve litros, dato que es muy bueno desde nuestro punto de vista.
Nos ha parecido uno de esos coches redondos que, ya de entrada, sin tener que recurrir a costosos extras ni a comodines electrónicos, es capaz de plantarse en la carretera con un comportamiento increíblemente neutro en curva. Su amplitud de vías (delante 1.569 mm y detrás 1.575 mm) repercute de forma muy positiva en la manera que tiene de negociar las curvas y, al margen de la agilidad –que la tiene– la impresión más clara que transmite es la de estabilidad.
En resumen, el Scirocco sigue siendo un coche hecho para los románticos que se hacen con un coupé deportivo de talla mediana sin otra perspectiva que el disfrute de una dinámica de conducción soberbia y la satisfacción de guardar bajo llave un icono de estilo que, con buen criterio, la marca ha querido mantener casi intacto.
