COCHES
Novedad

Cuestión de fidelidad

  • La nueva arquitectura le confiere una postura amplia y orgullosa
  • El portón trasero dispone de accionamiento eléctrico
  • A bordo destaca la sencillez y facilidad de acceso a los controles

Después de cierto tiempo sondeando la reacción del público y recibir el sí mayoritario a los cambios planteados, el Mazda CX-5 emprende un nuevo desafío afinando en aquellos aspectos en los que se ha fundamentado su éxito hasta el momento. Premisas que tienen por bandera una fortaleza visual incontestable, la originalidad y la meticulosidad de su ambientación y una dotación de confort y seguridad que huye de la retórica para mostrarse absolutamente adecuada para competir por precio con cualquier modelo de alta gama.

No son sus únicos argumentos. La premiada capacidad de Mazda para lograr que las prestaciones y el rendimiento de su oferta motriz sean la envidia de la categoría no son ningún cuento. Comparativamente,  los datos oficiales sobre consumo asociados al  motor de gasolina SkyActiv-G 2.0 litros de 165 caballos de nuestra unidad de pruebas -poco más de 6 litros a los 100 kilómetros- así lo confirman.

Pero vayamos por partes. La nueva arquitectura, un pelín más larga y baja que la de su antecesor, es toda una declaración de intenciones con una postura amplia y orgullosa cargada de simbolismo. La apreciable herencia del frontal ahora más afilado, con el capó flotando sobre una parrilla que reposa sobre un prominente marco cromado es la muestra evidente de su estilo más sofisticado. Este se realza con una rasgada firma luminosa compuesta por faros Full LED, tecnología aplicada también a los curiosísimos faros antiniebla y los pilotos traseros.

La sutileza con la se integran los protectores en color negro, las llantas de 19 pulgadas y la moldura cromada alrededor de la superficie acristalada también son un distintivo en sí mismos. Elementos que no pasan inadvertidos combinados con el tono estrella de esta edición, el 'Soul Red Crystal' que procura un animado juego de luces y sombras con el que se forja su carácter cosmopolita y aventurero.

Igualmente sugerente se muestra el interior en su variante Zenith. Su reconfiguración favorece la disponibilidad de una capacidad de carga superior de hasta 506 litros pero sobre todo en un espacio visiblemente más holgado y cómodo para los pasajeros. Este aspecto se pone especialmente de manifiesto atendiendo al rediseño de los asientos, con regulación automática de la posición y tapizados en cuero blanco. Este material es también empleado para recubrir los apoyabrazos central y del interior de las puertas así como la zona exterior del túnel central. Lo más llamativo, sin embargo, es como estos elementos armonizan con el negro y los matices cromados del resto de la ambientación para romper con cierto aire de formalidad con la simple aportación de una nota de color.

Más allá de lo extraordinario del decorado, destaca la concreción y ergonomía de todos los dispositivos de control repartidos entre el volante multifunción, la consola y el puente central. Un precepto de los vehículos Mazda es resaltar la importancia del conductor como eje central sobre el que derivan todos los instrumentos. Desde los más recurridos como el cuadro de información o la pantalla Head Up Display hasta la pantalla táctil suspendida sobre el salpicadero o el mando HMI, todos son operativos sin tener que apartar la vista de la trayectoria del vehículo.

El sistema de sonido Bose con diez altavoces y el reproductor de CDs, sí es de los pocos modelos que aún admite que no todo es streaming ni un montón de temas aleatorios acumulados en un pendrive, la climatización y las posibilidades de interactuación con el móvil y el entorno a través del avanzado sistema de conectividad (MZD Connect) son fiel reflejo de las pretensiones de un modelo que convence por estilo, calidad y exactitud de acabados. Un vehículo del que con toda seguridad, el futuro propietario puede sentirse plenamente orgulloso.

Complicidad sería la palabra que mejor define el momento en el conductor se sitúa frente al volante. De un sólo vistazo, la sensación es que todo está bajo control. En marcha y con una distancia al suelo no excesivamente alta, el comportamiento del nuevo CX-5 se podría equiparar al de cualquier berlina. Y es que a pesar de su aspecto dinámico y el excelente trabajo realizado con el chasis, su conducta se define más por su faceta afable que alocada, todo coherencia cuando nos enfrentamos a la circulación en los trayectos diarios.

En carreteras secundarias, sin embargo, se desinhibe mostrando su lado más alegre. La combinación empleada para las suspensión elimina la mayoría de las irregularidades del asfalto. Las ventajas de la función del control del acelerador (G-Vectoring Control), por su parte, optimizan claramente la maniobrabilidad ayudando a trazar las curvas compensando las inercias del vehículo.

Todos estos aspectos son muestra del dominio que Mazda ofrece en términos de rendimiento, una actuación que incluso se podría reforzar con la opción de la tracción cuatro asociada a la versión con caja automática.  Sí lo estaban todo ese certero elenco de sistemas de asistencia, desde el control de crucero adaptativo o el detector de fatiga, pasando por el sistema de asistencia a la frenada en ciudad y el control de ángulo muerto o el asistente de arranque en pendiente.

 

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