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Esta vez, no exageraban. La hipérbole, ya sí, ha resultado auténtica... Los peores augurios que vaticinaban una criba inmisericorde en el desierto de Perú se han cumplido. Las cinco etapas iniciales, trazadas por las dunas de fina arena que bordean la costa del país andino, han rescatado un guión de otro tiempo -memorias de África-; han convertido al Dakar, una década después (desde que emigró a Sudamérica), en lo que siempre fue: una carrera de eliminación, pura y dura, donde el mayor desafío, ya de por sí, es conseguir acabar.
Tan es así que, a falta de nueve especiales por disputar antes de alcanzar el destino final (Córdoba), cuando apenas se ha completado un tercio del recorrido, a Stéphane Peterhansel ya sólo le queda un rival que pueda enturbiarle el camino hacia la conquista de su decimocuarto Dakar. Con el que, nuevamente, comparte equipo, aunque no bandera.
Esta vez, no se trata de Sébastien Loeb, retirado hoy a mediodía, después de que su copiloto, Daniel Elena, se haya dañado el coxis por la mañana, cuando el buggy que ocupaban ambos se ha precipitado de morro, a las primeras de cambio, en un socavón de arena. No; el único hombre que este año aún puede amargar la vida a Peter -sobre todo, cuando la carrera alcance las llanuras argentinas- es, ni más ni menos, Carlos Sainz.
Aunque, en la última jornada por la geografía del Perú, haya cedido terreno de nuevo respecto a su laureado coéquipier -vencedor de su primera etapa en lo que va de rallye, por delante de las Toyota Hilux de Bernhard Ten Brinke y Giniel de Villiers-, sólo el madrileño -cuarto, a 18´10"- está ahora mismo en condiciones de presentar batalla al fenómeno de Vesoul, que abrirá pista mañana, camino de Bolivia, aunque, a priori, no resultará tan problemático como estos días.
Sainz sigue la estela de Peter a una distancia de 31´16". La desventaja de los demás, Al Qassimi, Al-Attiyah -que ha cedido todavía más terreno respecto al galo: 24´33"- y sus compañeros de equipo, con los que marcha intercalado en la general, es superior ya a la hora. Aún queda mucha tela que cortar, y El Matador no ha dicho aún su última palabra...
