El Dakar ha cambiado hoy de tercio. El apabullante y árido desierto peruano, de color canela, ha dado paso a las estrechas y embarradas pistas bolivianas, localizadas a gran altitud, que han encaminado hoy a los participantes, bajo un denso manto de nubes color grafito, hacia La Paz. El lugar donde mañana pilotos y mecánicos recuperarán fuerzas para la jornada de descanso.
Han variado, por tanto, la meteorología, el paisaje, y, también, el protagonismo de la carrera, que ha recaído durante esta sexta etapa en manos de Carlos Sainz. El único hombre con opciones de contravenir la decimocuarta victoria hacia le que se encaminó ayer -tras la retirada de Sébastien Loeb- Stéphane Peterhansel.
Sobre unas especiales más estrechas e intrincadas que hasta ahora, el español ha sacado a relucir sus dotes magistrales de pilotaje, adjudicándose su victoria parcial número 30 desde aquella que logró en Portugal, al inicio de su primer Dakar, hace doce años, pilotando el laureado Volkswagen Touareg. Por si alguien no tuviese todavía demasiado claro si, realmente, a día de hoy, con medio rallye todavía por delante, Sainz iba a dar por bueno el segundo puesto, el madrileño -que se sabe ahora ya su territorio predilecto, donde prima la velocidad- ha forzado la maquinaria desde el inicio, colmando a la postre su propósito: limar diferencias (4´06") respecto a Peter, del que le separa ya menos de media hora (27´10") en la general.
Nasser Al-Attiyah ha completado la etapa tercero, a una diferencia de 5´05", seguido por su compañero de equipo, Giniel de Villiers, y por el único abanderado que mantiene Peugeot, más allá del quinteto inicial: Cyril Despres. La desventaja del dueto de Toyota comienza a ser ya apreciable.