BMW encara la transformación del sector de la movilidad explorando diferentes alternativas con el convencimiento de que una tecnología por sí sola -refiriéndose a los vehículos impulsados únicamente por batería- no bastará para lograr los objetivos marcados para la descarbonización.
Desarrollado sobre la base del actual X5, la marca produce los sistemas de pila de combustible para la flota piloto en su propio centro de competencia para el hidrógeno en Múnich. Las pilas de combustible individuales son adquiridas a Toyota Motor Corporation, ambas empresas mantienen desde 2013 una estrecha colaboración en el desarrollo de estos sistemas de propulsión.
El hidrógeno necesario para alimentar la pila de combustible se almacena en dos depósitos de 700 bares fabricados en plástico reforzado con fibra de carbono (CFRP). Juntos contienen casi seis kilogramos de hidrógeno, lo que confiere al vehículo una autonomía de 504 km en el ciclo WLTP. Una de sus principales ventajas, no es la única, radica en el hecho de que llenar los depósitos de hidrógeno sólo lleva entre tres y cuatro minutos, un tiempo similar al que se tarda en repostar un vehículo de combustión.
BMW considera la tecnología FCEV expresamente como un complemento potencial de la tecnología de propulsión utilizada por los vehículos eléctricos de batería. En este sentido, la potencia máxima resultante del sistema de propulsión del iX5 de hidrógeno - 401 CV (295 kW)- deriva de la combinación entre la potencia suministrada por el sistema de pila de combustible (125 kW) sumada a la proveniente de la batería de iones de litio (170 kW). El consumo medio de hidrógeno en el ciclo WLTP es 1,19 kg/100 km. El vehículo acelera de 0 a 100 km/h en 6 segundos, y puede alcanzar una velocidad máxima de más de 180 km/h.
