No hace tanto, el Mitsubishi Outlander era el paradigma del híbrido enchufable en España. Sus ventas, eso sí, con una oferta general de modelos PHEV aún incipiente, dominaban la categoría. Ahora vuelve a escena. Lo hace con una actualización profunda, y lo que es más importante, defendiendo la esencia y el legado de la marca.
En su reedición se presenta de nuevo como un SUV del segmento familiar con una única propuesta mecánica, un sistema híbrido enchufable de 306 CV, tracción total y una autonomía eléctrica que puede alcanzar los 86 kilómetros. Está construido sobre la plataforma CMF-D, utilizada por algunos de los modelos más representativos de Nissan y Renault, no obstante, la marca preserva en esta ocasión una identidad propia, principalmente en términos de diseño, representada por ese estilo robusto que históricamente ha caracterizado a los modelos de la firma japonesa.
Durante la prueba, el Outlander se comportó con la firmeza y aplomo que se le presupone a un SUV con su carácter. Y es que a pesar de sus 4,71 metros de longitud, su desempeño impresiona, moviéndose con una agilidad razonable mientras transmite confianza y control gracias a una suspensión bien equilibrada y la aportación del sistema S-AWC del que luego les hablaremos.
Buena parte de su buen desempeño recae en las bondades del conjunto propulsor. Este combina un motor de gasolina de 2.4 litros MIVEC de 16 válvulas que trabaja en armonía con dos motores eléctricos, uno en el eje delantero de 85 kW (116 CV) y otro trasero de 100 kW (136 CV). En conjunto, esta configuración mejora la potencia respecto a su predecesor, al tiempo que permite una conducción más viva y contundente, alcanzando los 100 km/h en apenas 7,9 segundos.
El sistema ofrece tres modos de funcionamiento, eléctrico puro, híbrido en serie y en paralelo. En ciudad o trayectos por vías rápidas como autovías, circular con el programa eléctrico supone un gran ahorro, el margen es amplio y siempre que haya el más mínimo resquicio de carga en la batería el perfil se mantiene sin cambios. En conducción más exigente, el motor de gasolina entra en juego, eso sí, lo hace con una suavidad que confunde, de forma casi imperceptible. Y es que es difícil distinguir cuando circula en modo eléctrico y cuando lo hace con el programa híbrido, la rumorosidad es casi nula lo que mejora ostensiblemente el confort a bordo. No obstante, si el ritmo sube, el consumo también lo hace, mantenerse en cifras cercanas a los 5 litros es posible, pero solo si se aprovechan bien los recursos que el vehículo pone a disposición del usuario.
En este sentido, la entrada en escena del modo de freno regenerativo es fundamental. Este ofrece una respuesta bastante resuelta en términos de eficiencia. Se puede ajustar en cinco niveles con las levas del volante, permitiendo desde una retención muy suave hasta una frenada notable, sumándose a ello un interruptor independiente que activa el sistema “one pedal”. A esto se suman cuatro configuraciones de gestión de energía que el conductor puede seleccionar según sus prioridades -Normal, EV, Save y Charge-, lo que favorece el control sobre cómo y cuándo usarla.
La batería de 22,7 kWh permite homologar una autonomía eléctrica respetable, que en combinación con el motor de gasolina alcanza los 834 kilómetros. A su vez, destaca por ofrecer carga rápida en corriente continua mediante un conector ChaDeMo. En un enchufe doméstico, la carga completa lleva unas seis horas y media, gracias a una potencia de entrada de 3,5 kW.
Pero hay más, cuando la gran mayoría de modelos PHEV se detienen al borde de la carretera, el Outlander saca pecho gracias a su sistema de tracción total. Para ello, además de contar con casi 20 cm de altura libre al suelo y unos generosos ángulos de ataque y salida, dispone del S-AWC (Super-All Wheel Control), capaz de gestionar de forma inteligente el reparto de par entre el eje delantero y el trasero. Ello mejora la tracción y la estabilidad, especialmente en superficies deslizantes, pero también al abordar tramos de curvas en carreteras de montaña. Además, para los descensos pronunciados, cuenta con un asistente que regula automáticamente la velocidad sin necesidad de tocar el freno, permitiendo al conductor centrarse en controlar el volante.
EXPERIENCIA PREMIUM A BORDO
El habitáculo sorprende y mucho. En nuestra versión de prueba ‘Kaiteki+’, los materiales y la atención al detalle transmiten una apuesta clara por la calidad y el buen gusto. Junto a esa primera impresión, el protagonismo indudable se lo llevan la instrumentación digital, con dos modos de visualización, clásico y avanzado, y la pantalla central, ambas de 12,3 pulgadas.
El sistema multimedia es compatible con Android Auto y Apple CarPlay, a lo que se añade control por voz y una plataforma para la carga del móvil de 15 W de potencia. Paralelamente y en línea con su rol de modelo distinguido, la marca también ha querido cuidar especialmente el apartado de sonido. Para ello ha establecido una colaboración con Yamaha dando como resultado dos sistemas de audio de alta calidad, Dynamic Sound Premium y el que que equipa nuestra unidad, Dynamic Sound Ultimate con hasta doce altavoces, pensados para ofrecer una experiencia acústica envolvente. Dispone también de Head up Display, exclusivo de los acabados tope de gama.
La sensación de bienestar y confort es igualmente notable. Detrás, el espacio es generoso, con buen hueco para las piernas, y cuenta con climatización trizona con su operativa separada del display principal.. A ello se añaden numerosos espacios portaobjetos, así como un gran maletero con un volumen de carga de 495 litros.
Como era de suponer, Mitsubishi ha elevado el listón en seguridad con una estructura reforzada en acero ultrarresistente, y la existencia de un amplio paquete de asistencia al conductor entre los que se incluyen el sistema de mitigación de colisión frontal, visión 360°, control de crucero adaptativo o la frenada de emergencia trasera.