La figura de Henri Toivonen (Jyväskylä 1956-Córcega 1986) está íntimamente ligada a la de los potentísimos Grupo B, una generación de vehículos de competición que alcanzó su cenit con modelos como el Peugeot 205 T16, el Ford RS200, el Rover MG Metro 6R4, el Audi Quattro y el Lancia Delta S4. El finlandés y su copiloto norteamericano de origen italiano Sergio Cresto fallecieron a los mandos de uno de los prototipos de la marca turinesa durante la disputa del Tour de Corse de 1986. Era el día 2 de mayo.
Treinta años atrás, en 1956, Henri nació en el seno de una familia que llevaba la gasolina en las venas. Su padre Pauli ya había sido un destacado piloto de rallys que llegó a lograr el título europeo en 1968. Empezó en los karts –cuentan que el mismo con el que Henri hizo sus primeras carreras en circuito pasaría a manos de Mika Häkkinen años después- y de ahí pasó como muchos otros pilotos a la modalidad de slalom. Tras proclamarse campeón de Finlandia, siguió con su formación en la Fórmula Vee y Súper Vee y tras lograr un nuevo título, Simca lo contrató con sólo 18 años.
La legislación finlandesa impedía a un menor de 19 coger velocidades superiores a los 80 km/h de manera que Simca tuvo que esperar un año para que Toivonen compitiera por primera vez en el mundial con su Rallye 2 en la prueba de su país, aunque acabó abandonando. Corría el año 1975 y hasta dos más tarde, no pudo repetir la experiencia, esta vez, con un Chrysler Avenger con el que llegó a meta en quinta posición.
No fue hasta 1980 cuando Henri pasó a la primera plana del Mundial de Rallys. Ese año pasó a formar parte del equipo Talbot y con uno de sus Sunbeam Lotus logró su primera victoria en Gran Bretaña. A sus 24 años era el más joven en lograr un triunfo en este campeonato recién instaurado y este récord se mantuvo intacto hasta que en 2008 su compatriota Jari –Matti Latvala se llevó el Rally de Suecia. Aún lograría dos podios más con Talbot (Portugal y San Remo de 1981) antes de fichar en 1982 por el Rothmans Opel Rally Team.
Parecía que su carrera se lanzaba, pero ese año la firma alemana entraba en un ciclo bajo al contar con un Ascona 400 que se había quedado desfasado respecto a los Audi o los Ford y a pesar de lograr dos podios en ese año de su debut como oficial Opel, empezó a ganarse la fama de piloto irregular. La llegada del relevo del Ascona, el Manta 400 en 1983 tampoco fue un revulsivo para Henri, que logró un cuarto en San Remo con otras tres retiradas.
Su carrera parecía entrar en un punto muerto a finales de 1983. Sin embargo, en su camino se cruzó la figura de Caesare Fioro, el patrón del equipo oficial Martini Lancia, que lo fichó para subirse en el mítico 037. Toivonen se retiró en Portugal y Grecia y logró volver a los puestos de honor en su país, pero como le había sucedido en Opel, su coche no estaba a la altura de los nuevos Audi Quattro o el temible Peugeot 205 Rally, un ligerísimo bólido de 400 CV de potencia. Pero Lancia tenía en el horno el Delta S4 y Henri colaboró activamente en el desarrollo antes de su debut en Gran Bretaña en 1985, un rally que el finlandés y su copiloto Sergio Cresto se llevaron de calle.
Debía ser su año
La temporada 1986 podía ser la suya. Lo tenía todo: experiencia, un coche de ensueño, un equipo potente y volcado en él… En Montecarlo refrendó esas buenas vibraciones con un nuevo triunfo, el tercero de su carrera deportiva, pero luego llegaron los abandonos de Suecia y Portugal. Pero la suerte parecía sonreírle a Toivonen y Cresto, ya que sus rivales más directos tampoco sumaron puntos y sus opciones al título se mantenían intactas.
Entonces llegó el fatídico Tour de Corse. Nadie pudo ver en directo la salida de carretera y las pocas imágenes que hay sólo atestiguan que a las primeras vueltas de campana le siguió una gran deflagración. Cuando se logró sofocar el incendio sólo se pudo recuperar el chasis del Lancia Delta con el número 4.
La consecuencia más inmediata del fallecimiento de Toivonen y Cresto fue el anuncio, sólo unas horas después del accidente, de la prohibición de los Grupo B. La escalada de potencia sobre coches cada vez más pequeños y ligeros había llegado a un punto insostenible y por ello Jean-Marie Balestre, presidente de la FIA, anunció rápidamente la desaparición de estos prototipos del Mundial de Rallys de 1987.
