Una curva, dos lecciones

  • Jorge pecó de ingenuo, pero Marc no podrá volver a repetirlo

Soy un amante del Mundial de Velocidad de los de antaño. Me gustan las motos y rara vez –salvo en casos muy contados– le pongo remilgos a darle el valor que se merecen todos los pilotos. Del primero al último. Todos mis ídolos de este deporte han hablado con acento yanqui o australiano, pero admito que siempre tiendo a apoyar con más energía a los nuestros.

No se trata de una cuestión de patriotismo ni mucho menos. Cuando nos daban hasta en el DNI en el fútbol, el baloncesto y cualquier deporte de masas incluida la Fórmula Uno que aquí de masiva tuvo poco hasta que llegó Fernando Alonso, en el Mundial de Velocidad éramos los dueños de las categorías pequeñas. Ángel Nieto, Ricardo Tormo, Jorge Martínez ‘Aspar’,  ‘Champi’ Herreros o un joven Álex Crivillé vengaban nuestro honor cada domingo de carreras en las pequeñas ‘tacitas de café’. A finales de los ochenta ya dimos el paso de conquistar dos y medio con Sito Pons, pero de alguna manera los españoles no éramos la súper potencia que somos hoy en el deporte de las dos ruedas.

Digo esto porque no me suelen mover sentimientos patrios cuando me pongo a ver una carrera. Siento más simpatía por un piloto español, pero si no merece ganar no me suele doler ver cómo hinca la rodilla en el suelo frente a un francés, un japonés, un alemán e incluso frente a un italiano. Que ya es decir... Sí que es cierto sin embargo, que en estas últimas temporadas he sentido predilección por dos pilotos de un inmenso talento, dos campeones con mayúsculas cuyos caminos se cruzaron literalmente en metro y medio de asfalto este pasado domingo en Jerez. 

Jorge Lorenzo es posiblemente uno de los mejores pilotos de la historia de nuestro motociclismo. Seguro que alguien me hablará de los trece –sí, trece– mundiales de Nieto, pero igual que con los quince de Agostini, era otra época y casi otro motociclismo. No le quito valor ni mucho menos, pero Lorenzo acumula cuatro mundiales en las dos principales categorías y no siempre ha ganado con la mejor moto, algo que en el caso de Nieto es discutible. Lo que no se puede discutir es que el balear es el único que ha conseguido dos títulos de MotoGP y aunque el primero se le pudo poner el ‘pero’ del accidente de Rossi –igual que al de Crivillé se le puso el de Doohan–, éste segundo de 2012 lo logró sin que nadie pudiera quitarle mérito. 

El segundo es, obviamente, Marc Márquez. Me asombró su mezcla de genialidad y locura en 125 cc y me enamoró en Moto2. Tanto en el primero como en el segundo año, porque a pesar del ‘gajo’ de Malasia de 2011 fue fiel a su estilo hasta el final. Tanto que cuando se consumó su promoción a MotoGP era de los que contaba con que los dos, tres o cuatro primeros grandes premios iba a estar sin puntuar por culpa de las caídas. Pero no. No es el Márquez que llegó hace dos años a la categoría de plata como un elefante en una cacharrería. El mismo que esprintó mediada la temporada y que estuvo a punto de levantarle el mundial a Stefan Bradl. De hecho aquel año pasará al recuerdo como el año en que Márquez perdió el mundial, no el que ganó el alemán.

Si esto es así es porque Marc tiene estrella. Brilla y en ese centelleo es capaz de eclipsar a los demás pilotos que tiene alrededor por muy buenos que sean éstos. Hay quien cree que ese don del piloto de Cervera es lo que de verdad enerva a quienes lo sufren este año. Yo no lo creo en absoluto. Por mucho que nos hipnotice ese estilo casi de equilibrista como lo definió Valentino Rossi, esa mezcla de Jean Phillippe Ruggia (el primero que en los ochenta y noventa enseñó que era posible rozar los codos por los suelos) y Casey Stoner con aportaciones propias y personales, hay que reconocer que Márquez necesita respirar hondo y pensar dos veces antes de hacer algunas maniobras.

No fueron una ni dos las veces que pareció que se iba a llevar puesto a Jorge Lorenzo en la preciosa frenada de Dry Sack en Jerez. Y este tipo de maniobras en las que necesitas un plano cenital para entender cómo demonios ha pasado por un hueco o no ha impactado con la moto de su rival eran algo ‘marca de la casa’ en Moto2, pero no se lo van a permitir en MotoGP.

El recuerdo de lo ocurrido con Marco Simoncelli sigue ahí. Tanto que la sola comparación o la referencia al italiano cuando se habla de Marc Márquez escuece incluso a quien la escribe. A ‘SúperSic’ sus propios compañeros le pidieron moderación una y otra vez y aunque su final sólo se debió a la fatalidad, Dorna quiso aprender de los errores del pasado reforzando la seguridad y dando mayor velocidad de reacción a los servicios médicos –las últimas banderas rojas de Moto3 son un ejemplo de lo que digo– y, en 2013, creando el famoso ‘carné por puntos’ hecho para castigar a los pilotos agresivos y reincidentes.

Decir que esta regla que va sumando puntos de penalización con castigo al llegar a cuatro (comienza la siguiente carrera desde la última posición de parrilla), siete (salida en siguiente GP desde pit lane) y diez puntos (se pierde el siguiente GP) está hecha previendo el vendaval Márquez es exagerado, pero no duden que si en Le Mans el catalán vuelve a mostrar el mismo desparpajo que en su etapa en Moto2 a la hora de adelantar le caerá algún punto.

Ahora bien, volviendo al principio, a esa última vuelta, a esa última curva que tenía que llamarse Lorenzo, el mallorquín quizá pecó de ingenuo y, efectivamente, debió hacer la típica trazada de emergencia en un final apretado en esa horquilla que tantos buenos y malos momentos nos ha dado a los aficionados al motociclismo. Si esto fuera la Fórmula 1 y llevara retrovisores habría previsto ese ataque kamikaze sólo viendo aparecer fugazmente la Honda número 93 en cada frenada de Dry Sack. Pero no lo hizo y en vez de hacer más puntiaguda la trazada dejando a Márquez irse largo, ambos impactaron con la inmensa suerte de no irse ninguno al suelo.

El simple hecho de que esa imagen de la M1 y la RC213V impactando nos hiciera revivir maniobras como la de Valentino Rossi en 2005 contra Sete Gibernau o Mick Doohan contra Álex Crivillé en 1996 que acabó con el español por los suelos es bastante sintomático de la talla de Márquez como piloto. Eso sí, tanto con el italiano como con el australiano todos tuvimos la certeza de que habían sobrepasado la línea de lo deportivamente aceptable. ¿Por qué esta vez no hubo esa unanimidad? 

Al fin y al cabo una lección para Marc, que viendo el revuelo que se ha montado entenderá que esto no es Moto2 y que, con razón, todavía el paddock está muy sensible ante pilotajes tan agresivos; y también para Lorenzo y compañía, que habrán asumido que este rookie, por mucho que en sus declaraciones diga lo contrario, viene para hacer historia. Y no hablo de ser el más joven en ganar un gran premio, que ya lo hizo en Austin. Hablo de ganar el mundial con su edad y a la primera.

 

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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