Situaciones extraordinarias requieren medidas extraordinarias. O, yéndonos al refranero español: a grandes males, grandes remedios. La pandemia de la COVID-19 amenaza con poner otra vez contra las cuerdas al deporte del automovilismo. Las cancelaciones se suceden en territorio insular y peninsular y empieza a cundir la impresión de que, definitivamente, ésta va a ser una temporada de mínimos. Y lo será si no se reacciona con agilidad y con celeridad.
Por supuesto, como cualquier otro ámbito, el automovilismo depende de la evolución de la crisis sanitaria. Sin embargo, hay que recordar que todas las pruebas que se han podido celebrar bajo la nueva normalidad se desarrollaron aplicando a pies juntillas y con éxito el protocolo de la Real Federación Española aprobado a su vez por el Consejo Superior de Deportes. Esto es aplicable al Rally Villa de Santa Brígida y al Rally Isla de Gran Canaria, pero también, en el ámbito nacional, al Rally Ourense y el Rally de Ferrol.
Aunque los índices de contagio estén de nuevo desbocados, debería imperar la lógica y salvaguardar una disciplina que, aún cargando con el hándicap de no poderse disputar ‘a puerta cerrada’, ha hecho los deberes evitando que ninguno de los rallies disputados se haya convertido en un foco de infección. Algo bien deben haber hecho la RFEdeA y los organizadores para lograrlo.
A pesar de ello, la situación del Campeonato de España de Rallies de Asfalto vuelve a ser complicada. El RACC ha declinado sacar adelante el Rally de Cataluña y desde Asturias se teme lo peor con ‘el Princesa’ y el Villa de Llanes. Esto sucede antes de un mes de septiembre que se esperaba que fuera el de la normalización y sin banquillo, ya que previamente habían caído Sierra Morena y Villa de Adeje.
El caso de Canarias es distinto. Hay banquillo, pero no se está por la labor de propiciar una rotación de pruebas ahora que el coronavirus vuelve a diezmar el calendario. Ha sucedido con el Rally Isla Bonita, se teme que ocurra lo mismo con Lanzarote, pero desde la Federación Canaria de Automovilismo se remiten a su Anuario y a un reparto entre islas que en una situación como la actual puede debilitar aún más su campeonato franquicia.
Es cierto que no hay otro órgano soberano para aprobar cambios profundos en la composición de los campeonatos regionales que la Asamblea, pero también que en un año como el actual deberían implementarse medidas y herramientas que den flexibilidad a los calendarios. Eso y, por supuesto, voluntad y responsabilidad por parte de los directivos para superar este trance por encima de filias y fobias.
No aprobar el cambio del calendario tras la cancelación del Isla Bonita es un error, pero lo es aún mayor el hecho de no haber previsto la solución a otra u otras posibles bajas que, de producirse, pondrán en un brete su campeonato más valioso. No es tanto una cuestión de poder sino de querer y, por ahora, no parece haber mucha voluntad.