Aunque nuestros lectores ya lo conocen bien, repasamos: el nuevo Audi A1 aterriza en una categoría muy singular casi tan reciente como exclusiva. Los utilitarios Premium no están ni por encima ni por debajo de un compacto al uso, están en ese mundo paralelo de los coches de lujo en el que factores como los detalles o el estilo pueden pesar más que el espacio, la practicidad e incluso que el precio. En el muestrario de modelos que completa la oferta no hay extremos muy opuestos y todos comparten ese gusto por el diseño preciosista, unas opciones de personalización inimaginables en otro estrato del mercado y un componente tecnológico bastante superior a la media.
Más allá de todos esos puntos en común con los demás socios de este club tan exclusivo, el A1 sorprende y convence por su maneras de coche mayor. Dejando a un lado toda esa envoltura efectista y a la moda, casi superficial, en él se puede reconocer ese libreto que Audi ha aplicado en toda su gama y cuyo principio es la tecnología y su final la calidad.
Lo primero que llama la atención en la versión 1.6 TDI CR de 105 CV –motor que ya habíamos probado en otros modelos del grupo- es la ausencia total y absoluta de los daños colaterales de un diesel. No hay vibraciones, ni rastro del sonido que incluso los últimos ‘bomba inyector’ seguían emitiendo… Teníamos un buen recuerdo del ‘common rail’ 1.6, pero montado en el A1 nos ha parecido exquisito en término de asperezas, quizá donde un coche de este tipo más se la juega.
Sobre su rendimiento, los hay que todavía prefieren la explosividad del viejo 1.9 TDI a la progresividad de este nuevo 1.6, pero de nuevo es una cuestión de matices y hasta si nos apuran, de gustos. Lo que se pierde en bajos se gana en medias y altas revoluciones, además de que al estirarlo hasta el final del tacómetro no transmite esa sensación de vacío que sí se daba en los antiguos ‘bomba inyector’. Decimos todo esto porque si bien los TFSI eran una apuesta segura para este coche, un diesel que no haya pasado la prueba del algodón en términos de finura podía rechinar en el A1. Pero montado en él, el 1.6 TDI CR nos parece un motor todavía más completo que antes.
Lo mejor, el gran equilibrio que se alcanza con este pequeño utilitario que pesa alrededor de 1.200 kg. Una simetría que se traslada al consumo de combustible, que en ciclo mixto y según datos oficiales, se planta en unos más que frugales 3,9 litros a los 100 km. Durante la prueba no alcanzamos esos niveles, pero es cierto que en cuanto rompíamos la cadencia ‘arranca y para’ de la ciudad, la cifra de gasto de gasoil que marcaba el ordenador de a bordo bajaba con agilidad por debajo de los seis litros. Por su elasticidad el 1.6 TDI CR es un buen socio en ciudad, un medio en el que el sistema de arranque y parada automático del motor vigila y consigue que los niveles de gasto y emisiones no se disparaten.
Suavidad y equilibrio
Siendo un Audi, hay aspectos que se le presuponían al A1 y uno de ellos es su intachable comportamiento dinámico. El problema para la marca de los cuatro aros es que en esta categoría se miden a un coche que desde el primer trazo se concibi ó para rendir en curva como nadie antes lo había hecho. Aquí, y a pesar de su tamaño, la sombra del Mini es muy alargada. Pues bien, el A1 es estable en curva, bien mesurado a altas velocidades y tanto su amortiguación (deportiva de serie en el a cabado Ambition) como el tacto de la dirección, dan como resultante la percepción de tener entre manos un coche con unas posibilidades infinitas en carreteras viradas. Pero no es un Mini. Y ojo, que tampoco quiere serlo.
Es cierto que desde la marca se saca pecho por el buen reparto de pesos entre los dos trenes, precisamente una de las claves del inimitable comportamiento dinámico de su gran rival. También de su anchura (1,74 metros) y sus casi dos metros y medio de batalla, pero al margen de esa forma de pisar tan noble, parece huir de la acción-reacción tan propia de los Mini. Los que busquen inmediatez y espontaneidad deberán esperar quizá a una futura versión que, intuimos, montará el motor del Volkswagen Polo GTI y el Skoda Fabia RS y que rondará los 200 CV de potencia. Una pequeña bomba lista para plantar cara a los John Cooper Works de Mini o el MiTo Quadrifoglio Verde de Alfa Romeo. Hasta entonces habrá que otorgarle el beneficio de la duda y decir que el A1 va en línea con otros utilitarios Premium como el Fiat 500, el Citroën DS3 o el Alfa MiTo que se decantan por un comportamiento más neutro.
Detalles
Como en los licores, los perfumes o cualquier delicatessen, en la categoría de los mini compactos de lujo son los pequeños matices los que definen la personalidad de cada coche. El A1 está lleno de esos detalles y casi todos al alcance del ojo y la mano del conductor. Por ejemplo, el tacto de los mandos. El simple hecho de rotar el mando giratorio que activa las luces ya notas que estás en un coche de la aristocracia. Los controles del climatizador, los botones del mando MMI… Todo tiene esa docilidad tan propia de los equipos de sonido de alta fidelidad.
Y a la vista, la limpieza del diseño y la facilidad de interpretación. De nuevo la escuela alemana contra la italiana, aunque el A1 quizá peca de una excesiva sobriedad que el interminable catálogo de posibles personalizaciones puede romper.
Donde no hay más cera que la que arde es en términos de espacio interior. Las delanteras no tienen pega posible, especialmente si se está al volante. Aferrado a él no hay duda de que estamos sentados en un Audi. El tacto del aro, la empuñadura… El A1 parece haber destilado todo aquello que define la cabina de los modelos de la marca de Ingolstadt y lo pone al servicio del conductor. No existe esa sensación de impostura, de coche de otra categoría con parches para hacerlo partícipe de una familia. El A1 es un Audi de cabo a rabo, incluyendo su interior, pero en las plazas traseras quizá la obsesión por la forma ha condicionado su función. Y es que el techo en forma de arco redondo hace poco aconsejable alojar en los asientos posteriores a ‘invitados’ que superen el metro ochenta y pico. No decimos que no quepan, pero otra cosa es que estén cómodos. Habrá que ver si la versión cinco puertas, la Sportback, solventará este pero, el único que se le puede poner al interior del A1.
Un detalle que a nuestro juicio es importante es que un coche que presume de la conectividad de sus dispositivos de audio sea capaz de demostrarlo y el A1 lo logró. El iPhone, por las particularidades de su sistema Bluetooth, es la prueba del quince para cualquier mecanismo capaz de conectar equipos de reproducción auxiliares y el pequeño Audi con el equipo ‘radio concert’ y el paquete Connectivity se enlazó a él sin rechistar. Aunque por tamaño, el mando MMI ha tenido que renunciar a su ubicación más idónea desde el punto de vista ergonómico para situarse en la base del equipo de sonido, sigue siendo igual de útil e intuitivo en el A1 como lo es en sus mayores.
En conclusión y tal y como adelantamos en el reportaje que le dedicamos a su llegada al mercado isleño, el A1 no viene a revolucionar el mercado en su categoría. Más que a darle la vuelta como un calcetín, este pequeño Audi se pliega a las normas de estilo de los pequeños urbanos Premium aportando una calidad de acabados y una finura en su pisar que sí que lo distingue. Refulgir entre un colectivo brillante como el de los minicompactos de lujo ya es todo un logro, aunque quizá sus potenciales propietarios, lo que más valorarán, serán los cuatro aros de su calandra.
Agradecimiento al Lopesan Meloneras Golf, cuyas fantásticas instalaciones nos sirvieron para ilustrar parte de las imágenes de esta prueba.