DEPORTE
WRC

Todo para Volkswagen

  • Ogier encarriló el campeonato desde el tercer rallye
  • Solo Meeke impidió el pleno del equipo alemán al ganar en Argentina
  • Sordo fue el más sólido de los Hyundai; Paddon, la revelación

Después de dos años de adaptación al equipo Volkswagen, de un par de temporadas de rodaje con el Polo R WRC, se esperaba que en 2015 Latvala fuese ya un oponente real para Ogier en la lucha por el título mundial. Máxime teniendo en cuenta el cambio de normativa en lo referente al orden de salida que se instauró a principio de año, por el cual el líder del campeonato debería abrir pista durante las dos primeras jornadas de cada rallye; un agravio comparativo considerable en las pruebas de tierra que componen, verdaderamente, el grueso del calendario.

Con esa circunstancia a su favor, y un final de temporada como el que había protagonizado el año anterior, Jari-Matti afrontaba el nuevo curso con la motivación de intentar disputar el Mundial a su compañero de equipo. Sin embargo, a pesar de su estado anímico, las aspiraciones al campeonato del piloto finlandés, el único con opciones factibles de ejercer presión sobre Ogier, se diluyeron muy rápidamente.

A pesar de competir en unas condiciones más favorables que su principal rival, Latvala cometió dos errores de pilotaje consecutivos, en Suecia y México, que arruinaron su candidatura al título desde el inicio de la temporada. Al menos, en los meses siguientes se dio el gusto de batir a Seb en Portugal (reubicado al norte del país catorce años después) y, sobre todo, Finlandia, donde firmó una actuación realmente impecable. Pero, contraviniendo los propósitos con los que comenzó el año, Jari no supuso en ningún periodo del año una amenaza real para el francés, que asentó las bases de su tercer entorchado nada más comenzar el Mundial.

El piloto de Gap protagonizó el mejor arranque de temporada de su carrera deportiva, al encadenar tres victorias consecutivas en Montecarlo (donde libró su último gran duelo con Loeb), Suecia y México. Eso le situó en seguida en una posición de preponderancia respecto al resto, que no hizo más que reafirmar durante los tres tercios restantes del certamen, en los que ejerció, de nuevo, un dominio abrumador, que le permitió coronarse campeón por tercer año consecutivo, con más premura que nunca: en Australia, a mediados de septiembre.

A pesar de abrir pista durante todo el Mundial, al encabezar el certamen de principio a fin, Ogier ejerció un liderato aún mayor que los dos años precedentes. Solo el pinchazo de Córcega, y la inesperada salida de carretera que protagonizó en el último tramo del Cataluña, le impidieron redondear la decena de victorias anuales, una cifra que hubiese sido perfectamente factible vista la supremacía que ejerció durante toda la campaña. En cualquier caso, el francés cerró la temporada con 32 triunfos en su palmarés, lo que le sitúa ya como el segundo piloto más laureado de la historia del Mundial, a espaldas de Loeb (79).

El que inauguró esa casilla en su tercera andadura como piloto de Volkswagen fue Mikkelsen. El noruego volvió a rendir a su mejor nivel en sus terrenos más propicios, de velocidad pura, que son Suecia y Polonia. Sin embargo, donde estrenó su casillero de victorias fue, sorprendentemente, en el asfalto de Tarragona; además, in extremis, en el último tramo, gracias al exceso de ímpetu de su jefe de filas, al que escoltó en la general del Mundial durante un buen trecho de la temporada. Pero Latvala le acabó arrebatando el subcampeonato.

Así pues, los tres pilotos de Volkswagen completaron la temporada del mismo modo que la habían iniciado en Monte-Carlo: copando los puestos de honor del Mundial. La marca alemana volvió a hacer doblete por tercer año consecutivo, logrando los títulos de Pilotos y Marcas. Y continuó festejando éxitos a pares -incluso a veces, como en Portugal o Alemania, a tres manos- con su Polo R WRC, el vehículo vencedor de todos los rallyes celebrados en 2015, a excepción de Argentina, curiosamente, el único hasta la fecha que no logrado conquistar Ogier.

Las huestes de Wolfsburgo sufrieron una auténtica hecatombe en las sierras cordobesas de la que se aprovechó Meeke para cumplir el objetivo que llevaba años persiguiendo: ganar un rallye del Mundial. Una hazaña que, conjugada con algún que otro podio, valió al británico para contrarrestar los errores que cometió en otros momentos de la temporada. Aún así, en términos de velocidad pura, el del Ulster dio sopas con onda a su compañero Ostberg, muy desdibujado en todo el curso.

Neuville tampoco rindió al nivel que se le suponía. En Suecia cuajó, sin duda, una de las mejores actuaciones de su carrera deportiva. De hecho, llegó a disputar la victoria hasta el final a Mikkelsen y a Ogier. Pero, a partir de entonces, se desinfló. Y sus salidas de carretera se volvieron constantes. Especialmente, en la segunda mitad de temporada, coincidiendo con la escalada de resultados de su compañero Sordo, que se subió al podio en Cataluña y se quedó a las puertas en Gales, donde lució por primera vez, en detrimento de Neuville, los galones de jefe de filas de Hyundai.

El español se demostró el más sólido del equipo, en contraste con los repetidos errores del belga. Pero tanto el uno como el otro se vieron sorprendidos, y eclipsados por momentos -especialmente en Cerdeña, donde llegó a poner en apuros a Ogier-, por el rendimiento de Paddon, la revelación de la temporada. Un piloto de futuro, determinado por su instinto de campeón, que ha llegado con tesón a la élite del Mundial para batirse con los mejores por muchos años.

El que demostró ser el mejor de la categoría WRC2, a pesar de la creciente oposición que recibió por parte de os jóvenes nórdicos del equipo oficial Skoda, fue Al-Attiyah, que puso el broche de oro a la mejor temporada de su carrera deportiva adjudicándose el título mundialista en Cataluña con un Fabia R5 de última generación.

Durante la segunda mitad del campeonato contamos con la representación de Solans, quien decidió dar por finalizada anticipadamente su andadura en el Trofeo DMACK -resuelto in extremis a favor de Aasen- para recalar en el equipo ACSM y subirse al Peugeot 208 R5 que estrenó en Portugal el madeirense Bernardo Sousa, sustituto de urgencia del lesionado Xevi Pons, víctima de un accidente de tráfico en Latinoamérica que le dejó en el dique seco durante casi toda la temporada. Solans tuvo ciertos destellos de calidad en momentos puntuales de algunos rallyes, pero le faltó consistencia y unos medios equiparables a los de sus rivales como para poder extraer conclusiones de su rendimiento.

El que rindió desde luego a un nivel extraordinario fue Gilbert. Al joven galo le vino al pelo su retorno a la monomarca de Citroën, en la que había dado dos años antes sus primeros pasos dentro del Mundial. Se impuso a la competencia con autoridad y, de paso, se proclamó campeón del WRC3. Un impulso magnífico para acometer su próximo reto en el siguiente escalón del Mundial como pupilo del doble chevrón.

Autor
Nacho Villarín
Periodista por vocación. Apasionado al motor desde crío. Especialista en rallyes de MARCA. Colaborador de MotorEnLínea, TodoRacing, Turini y Vuelta Rápida GT.
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