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Audi SQ5 Sportback: Nostalgia TDI

  • Los cambios internos en el motor son muchos y profundos
  • Usa dos convertidores catalíticos, ambos con inyección de AdBlue
  • Emplea una suspensión rebajada en 30 milímetros

Seamos sinceros. Asumimos que la electrificación es el camino. No hay otra. La transición ha dejado de ser recomendable para ser una obligación y el debate, con Europa acortando los plazos y acelerando el cambio, es ya estéril. O te subes o te quedas en el andén. Pero –siempre hay un pero después de un arranque de sinceridad–, los que nos dedicamos a esto tenemos la sensación de que al motor de combustión se le ha puesto fecha de caducidad demasiado pronto. Sucede con los de gasolina, pero especialmente con los de gasoil, primer naipe en caer de ese castillo de cuya demolición va a surgir una nueva era de la movilidad.

La inyección del aditivo AdBlue, las continuas mejoras en los catalizadores, en la alimentación y la incorporación de sistemas híbridos o microhíbridos en unos motores, de por sí, más eficientes y con menores emisiones de CO2, deberían ser herramientas suficientes para haber prolongado su vida. O, como mínimo, para haber retrasado su ocaso. Y como botón de muestra pueden tomar el 3.0 V6 TDI del nuevo Audi SQ5 Sportback, el más deportivo del cuarto peldaño –si incluimos el Q4 e-tron– de la familia Q de la marca alemana. 

No es que Audi vaya contracorriente, es que ya el primer SQ5, el de 2012, rompió la hegemonía de los motores turbo gasolina en su subgama deportiva S. El nuevo que hemos probado para ustedes emplea una versión actualizada del 3.0 V6 TDI con el que alcanza los 341 CV, 700 Nm entre las 1.750 y las 3.250 rpm y con el que completa la escalada hasta los 100 km/h en 5,1 segundos. 

Renovado de verdad, porque los cambios internos son muchos y profundos. Pistones e inyectores –con capacidad para hacer hasta ocho inyecciones escalables por ciclo– son distintos y el intercooler se sustituye por un intercambiado indirecto agua/aire que acorta el recorrido que hace el aire de admisión que, según la marca, lo calienta antes para alcanzar más rápidamente la temperatura óptima para la combustión y acorta los tiempos en que actúan los sistemas de descontaminación de los gases de escape. 

Tratamiento de los gases

Abrimos paréntesis. En este apartado, el de la descontaminación de gases, el 3.0 V6 TDI usa dos convertidores catalíticos (twin-dosing), ambos con inyección de AdBlue. El primero está detrás del colector de escape y actúa como filtro de partículas; el segundo está bajo el piso, cubriendo así distintas situaciones de funcionamiento del motor y niveles de temperatura de esos gases. Con este mecanismo y la doble inyección de la solución de urea, cumple lo establecido por la norma Euro 6d ISC-FCM AP en cuanto a emisiones de NOx.

Otro avance en eficiencia es la microhibridación de 48 voltios, cuyo alternador/motor de arranque actúa cuando se avanza por inercia y hasta un máximo de 40 segundos pudiendo ahorrar hasta 0,7 l/100 km. En fases de deceleración el sistema MHEV recupera hasta 8 kW.

A caballo entre la eficiencia y el conjunto de tecnologías que vuelven más vivo al SQ5 está el compresor eléctrico (EPC) que acciona el turbocompresor cuando el flujo de gases es insuficiente para sobrealimentar el motor. Alimentado con el mismo sistema de 48 voltios, acelera la turbina del compresor hasta alcanzar –según el fabricante– 65.000 rpm en 300 milisegundos para que la respuesta del turbocompresor (que en este motor tiene una turbina más pequeña y liviana) sea más inmediata.  

¿En qué se traduce todo esto? En una elasticidad impactante que, en realidad, es el resultado de una coreografía técnica en la que además del EPC, el turbocompresor, el sistema MHEV y el motor, también tiene algo que ver el cambio tipronic. Fíjense que hasta ahora sólo hemos enumerado la gran cantidad de sistemas y dispositivos que estrena el motor V6 TDI. Va siendo hora de hablar de sensaciones.

Suave y enérgico

Básicamente, el SQ5 aporta en el territorio de los todocamino de su especie progresividad, suavidad, una fascinante explosión de par y, además, unos índices de eficiencia prohibitivos para un gasolina de sus prestaciones y su calibre por mucho que se aplique: 8,2 litros cada 100 kilómetros. La finura propia de un V6 se entrelaza en el SQ5 con la perfección del funcionamiento de la caja de cambios tiptronic de ocho velocidades. Es soberbia sea cual sea su uso.

Soberbio también es el confort de marcha a pesar de que el chasis S rebaja su carrocería en 30 mm respecto al Q5 convencional. Esto ha de traducirse necesariamente en una mayor dureza y unos menores movimientos de la carrocería, pero la suspensión de cinco brazos en cada una de las cuatro ruedas neutraliza esta sensación al circular por todo tipo de carreteras. 

Estos amortiguadores son uno de los resortes sobre los que actúa el conmutador del Audi drive select, el selector de perfiles de conducción que es de serie en este modelo y que actúa también sobre el mapa motor, la dirección y el cambio. Misma fórmula vista ya en infinidad de modelos de Ingolstadt y que convierte al SQ5 en un coche poderoso en lo mecánico y firme en sus reacciones por mucho que se le retuerza en curva. Es divertido y noble, frena como un demonio gracias a unos discos de hasta 375 mm de diámetro en el tren delantero y pinzas de seis pistones y, además, tiene mucha clase en su variante de carrocería Sportback cuya inclusión en la gama Q5 es un acierto.

Valores estéticos

Ante una belleza como el Q8, la modernidad del Q4 e-tron, e incluso la individualidad del Q2, los Q3 y Q5 se mantienen como los más convencionales de la gama Q. Mide 4,69 metros, siete milímetros más que el Q5 convencional y su coeficiente aerodinámico es menor. Los genes S le sientan de maravilla al SQ5, como las grandes entradas de aire del paragolpes delantero, la parrilla específica con malla en forma de panal, las inserciones en aluminio mate en los bajos, el difusor con cuatro embellecedores de forma ovalada al estilo de las colas de escape y los faros Matrix LED que son de serie en este coche. 

Un detalle a propósito de la iluminación. Esta unidad del SQ5 TDI disponía de los pilotos traseros con tecnología OLED digital, que además de permitir escoger hasta tres diseños de iluminación distintos, éstos adoptan una configuración distinta al activar el modo deportivo en el Audi drive select. Incluso tiene un detector de proximidad que activa todos los segmentos de luz si alguien se acerca a menos de dos metros. 

Completando un equipamiento con el patrón clásico de lujo deportivo, esta unidad contaba con un tapizado en piel de nappa fina en color rojo y con costuras de contraste tanto en volante como en los asientos. El cuadro de instrumentos de 12,3 pulgadas es completamente digital y permite escoger entre tres modos de visualización: dynamic, sport y classic. El sistema de audio tampoco es nada convencional; lo firma Bang & Olufsen y proporciona una calidad de audio 3D. 

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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