Canarias se encuentra entre las comunidades de España en donde existe un mayor interés en la compra de un vehículo eléctrico. Este dato se refleja en la cuota de mercado acumulado del año hasta el mes de septiembre de 2022. En el archipiélago este índice se sitúa en el 4%, frente al 3,55% correspondiente a todo el territorio nacional. Entre las razones que favorecen esta tendencia están los incentivos provenientes del plan nacional, pero sobre todo las excepciones fiscales aplicadas en las Islas que ayudan a que la brecha existente entre los precios de los eléctricos en comparación a los vehículos de combustión se estreche.
Existen otros motivos de carácter práctico. Analizando la autonomía que proponen los coches eléctricos en la actualidad y por las singulares características de nuestro territorio, en casi la totalidad de los casos la cifra garantiza la demanda de kilómetros que se realizan no solo durante la jornada laboral sino también cubriendo las expectativas cuando se trata de desplazamientos más largos de fin de semana.
Del mismo modo, la baja inversión -en ocasiones a coste cero- y la legislación actual favorecen la instalación de un punto de recarga doméstico ya sea en una vivienda unifamiliar o en el garaje comunitario. Una cada vez más amplia red de puntos de recarga pública -aunque aún insuficiente- también reduce la ansiedad generada por miedo a quedarse sin energía en la batería. Es cuestión de cambiar la mentalidad y al igual que hacemos con el teléfono móvil, hay que adaptar los hábitos de “repostaje” para que el vehículo siempre disponga de carga suficiente y responda a nuestras necesidades.
Existen otras cuestiones a tener en cuenta a la hora de adquirir un vehículo eléctrico como es el mantenimiento. En líneas generales los costes de la visita al taller de un coche eléctrico son siempre menores que en el caso de los coches de combustión. A favor del primero hay que decir que el mantenimiento del motor es prácticamente nulo frente a uno convencional constantemente sometido a fricciones y desgaste. Lo mismo ocurre con la electrónica y el sistema de carga que no necesitan de una especial atención.
Por lo tanto, los aspectos programados susceptibles de revisión de un vehículo eléctrico se reducen considerablemente destacando los neumáticos, la batería de 12V, las suspensiones, el aislamiento de los sistemas electrónicos, el sistema de refrigeración de las baterías y los frenos. En este último caso y realizando un uso eficiente del sistema de regeneración de energía, el desgaste de este componente también es menor.
En cuanto al ahorro económico, es significativo y se estima que comparando un vehículo con motor de gasolina y uno eléctrico, y tras realizar unos 10.000 kilómetros anuales, el gasto se reduce en unos 600 euros.
El aspecto más controvertido es, sin duda, la batería. Su vida útil está condicionada por el propio uso y la recarga, y la única forma de ralentizar la reducción de su capacidad energética es mediante un manual de buenas prácticas del que hablaremos en un próximo capítulo. Los distintos fabricantes, en cualquier caso, garantizan un funcionamiento óptimo como mínimo durante ocho años. Distintos estudios señalan que superado este periodo y hasta los doce años, la capacidad de la batería se reduce en un 25%. Canarias cuenta con una baza favorable en este sentido y es que su clima, con temperaturas medias estables, hacen que las variaciones de rendimiento de las baterías sean mínimas durante un más largo periodo.
