Lo de los todocaminos en Europa ha dejado de ser una tendencia para convertirse en un fenómeno estable, en una era dentro del sector de la automoción. A algunas marcas les ha llevado lo suyo responder a esa demanda, ya sea por falta de agilidad a la hora de reaccionar o por los remilgos que en un determinado tipo de fabricantes genera la idea de renunciar a sus principios y someterse a los caprichos del mercado.
Este argumento tan propio del mundo del arte es muy válido para entender cómo marcas de etiqueta Premium han preferido tomarse su tiempo antes de desembarcar en esta categoría que, por primera vez, fue la de mayor volumen de ventas el pasado año. Hubo una serie de marcas pioneras como BMW, Mercedes-Benz o Porsche, mientras otras como Jaguar, Maserati (Levante) y, en un futuro próximo, Lamborghini (Urus), se han subido a este carro ganador más tarde, sí, pero con los conceptos muy claros.
El principal, que no se ha de renunciar a sus principios fundacionales como fabricante. Esto incluye aspectos como su diseño, su flagrante deportividad, un exuberante poderío técnico y equipamiento fuera del alcance de los más mortales de los crossovers. El F-Pace, el primer SUV de Jaguar, cumple punto por punto estos condicionantes, apoyándose eso sí en referentes bien cercanos como el F-Type o toda la gama todoterreno de última generación de Land Rover.
MotorEnLinea.es ha tenido el privilegio de probarlo en su versión 2.0d de 180 CV con el cambio Sequential Shift de ocho velocidades y en terminación Prestige por los alrededores de un entorno igualmente envidiable: el Lopesan Meloneras Golf. En definitiva, una variante que es un pequeño muestrario de los encantos de este esperado coche que, junto al XE, va a ser la piedra angular de la estrategia comercial de Jaguar en mercados como el nuestro.
Equilibrio y clase
Lo primero que hay que decir de él, es que es uno de esos coches que impacta. Tiene el porte típico de Jaguar y aunque no rompe con las proporciones propias de un SUV, aporta equilibrio y clase al segmento. Mide 4,73 metros de largo y, al volcar en él una de las características de diseño de la marca, la reducción al máximo de los voladizos, logra una distancia entre ejes récord en Jaguar: 2,87 metros.
El F-Pace es, sin tener que recurrir a versiones ‘top’, elegantísimo y muy Jaguar. Este dato es suficiente para establecer un dique de separación respecto a su competencia que puede llegar a ser más alto y más ancho si seguimos buceando en aspectos como la tecnología, sus aptitudes todocamino y su dinámica de conducción.
El interior, por lo menos en esta versión Prestige, es correcta sin ser sobresaliente. Influye en esta percepción el que esta variante de acabado no disponga ni del sistema de infoentretenimiento InControl Touch Pro con su inmensa pantalla táctil de 10,2’’, ni tampoco del cuadro de mandos completamente digital. En su lugar, cuenta con una pantalla táctil más discreta pero con un interfaz fácil de interpretar y emplear al ser idéntico al de una Tablet o un teléfono inteligente. El cuadro de instrumentos de diseño tubular es convencional, aunque entra ambas esferas hay un amplio display a color de gran calidad y con multitud de información útil para la conducción.
Sí se sitúa por encima de la media incluso entre los SUV Premium en amplitud y en ese tipo de detalles en lo que, en distancias cortas, Jaguar sabe manejarse bien. Detalles como la calidad del cuero que se ciñe en el contorno de los asientos, el aspecto general del habitáculo y el tacto del volante y el mando redondo con el que se selecciona la posición del cambio.
Finura al rodar
Esto nos lleva a hablar de las sensaciones que el F-Pace transmite al volante. En primera instancia la impresión que envuelve al conductor es la de esa calidad que, de serie, trae consigo todo Jaguar. No importa que las suspensiones tiendan a ser algo duras incluso con el modo ‘normal’ activado en el selector de la consola. Transmite una finura al rodar sobre el asfalto que es responsabilidad de su dirección asistida electrónica (EPAS) y un esquema de suspensión muy sofisticado y en el que se han especializado los ingenieros de Jaguar: doble horquilla frontal e Integral Link trasero.
Eso, como decíamos, en primera instancia. No hay más que dejar carretera atrás para que entren en escena otros componentes básicos en esta sinfonía. El motor 2.0d es otro prodigio de refinamiento porque Jaguar ha conseguido neutralizar cualquier inconveniente propio de un diesel. Es silencioso al ralentí (no tanto al darle al botón de arranque) y sus bajos y su par (430 Nm) son clave a la hora de aportar el empuje que exige el emblema que lleva en el frontal.
Dado su tamaño, Jaguar ha dotado al F-Pace de una estructura fabricada eminentemente en aluminio (80 por ciento) y piezas como el portón trasero o la barra transversal de refuerzo están hechos de material compuesto y magnesio respectivamente. Sin haber logrado adelgazar este SUV hasta los 1.775 kg que pesa esta versión sería imposible lograr una aceleración de 0 a 100 km/h en 8,7 segundos, un consumo medio de 5,3 l/100 km y unas emisiones de CO2 de 139 g/km.
El cambio Jaguar Sequential Shift de ocho velocidades viene a ser el lazo, la guinda de una mecánica que prioriza la suavidad y el confort de marcha. En modo deportivo se aprecia un mayor nervio en el acelerador, pero sin llegar a ser rudo.
Ágil y auténtico todocamino
La marca ha conseguido hacer de la experiencia de conducción del F-Pace algo muy gratificante. Y no sólo lanzado a velocidad de crucero en una vía rápida. En una carretera comarcal, con sus curvas y sus trampas, enamora con una precisión digna de elogio tratándose de un vehículo de su tamaño y peso. El Torque Vectoring Control que incorpora esta versión es de gran ayuda a la hora de proporcionar agilidad a este SUV dispuesto a hacer sombra a todos sus rivales alemanes.
Uno de los flancos por los que Jaguar puede atacar a su competencia es en el de las habilidades todocamino (que no todoterreno) del F-Pace. Su marca hermana, Land Rover, es una cantera inagotable de sistemas y tecnologías dirigidas a aprovechar hasta la última ‘gota’ de agarre. Nos llevaría literalmente horas desgranar todas las posibilidades que ofrece este modelo, por ello sólo vamos a citar una serie de tecnologías que sí monta esta versión 2.0d AWD Pure.
La tracción total AWD se deja ‘asesorar’ por el Intelligent Driveline Dynamic (IDD) que se encarga de conservar el carácter propio de un coche de propulsión trasera, pero transfiere par a las ruedas delanteras en caso de precisarse. Más específico para un uso 4x4 en superficies de agarre muy comprometido es el All Surface Progress Control (ASPC). Éste libera al conductor de la responsabilidad de controlar acelerador y freno tras haber prefijado una velocidad de entre 3,6 y 30 km/h al transitar por zonas de muy baja adherencia. En este mismo sentido, el Low Friction Launch (LFL) hace más progresiva la aceleración para hacer más fácil el control del coche en esas condiciones críticas en las que modelos de la competencia harían aguas.
Nuestro agradecimiento a Lopesan Meloneras Golf por habernos facilitado un entorno ideal para ambientar esta prueba de un coche con una enorme clase.